Debe y Haber


 

Los lemas “debe” y “haber”, de uso, mal uso, abuso, mas no desuso en nuestra disciplina, se originaron en Roma, en tiempos de Cicerón[1] , cada romano rico tenía un registro en el cual inscribía sus deudas y créditos, especie de cuenta corriente donde sentaba bajo el nombre de aquellos con quienes tenía negocios, el pasivo (acceptum), y el activo (expensum) de cada uno.[2]

El acceptum era lo que había recibido, y por consiguiente lo que debía el Debe. El expensum era lo que había gastado, es decir desembolsado, lo que se le debía, por consiguiente el Haber

El registro se denominaba Codex Accepti et Expensi, especie de Libro de Caja donde anotaban los ingresos en la columna Acceptum y en la otra columna, Expensum, los gastos. Posteriormente, este Codex Accepti et Expensi amplió su cometido, pues en él se anotaron, por mutua convención, los créditos contra los deudores del dueño del Codex. De esta práctica de formalizar por escrito, en un libro, las deudas, los compromisos, surgieron precisamente los Contratos Litteris.[3]

Por su parte Rafael Donoso Anez (1994) pergeña que en la contabilidad italiana de la Edad Media se usaron “deve” y “a de aver” para expresar los créditos y deudas por medio de cuentas personales. Cuando se quería representar la deuda de un cliente, junto a su nombre se añadía la expresión “debe dare” (debe dar) y cuando el cliente pagaba se escribía “ho avuto” (he habido). Cuando se contabilizaba la recepción de un crédito se indicaba el nombre del acreedor seguido de la expresión “debe avere” (debe haber), cuando se pagaba la deuda se escribia “ho dato” (he dado). Asi, la palabra “deve” implicaba la existencia de una deuda y las palabras “debe avere” o “a de aver”, en castellano representaban la existencia de un crédito, Las expresiones sobrevivieron y se extendió su uso,  el “deve” para expresar la extinción de una deuda que había nacido bajo la expresión de “a ver”, y a la inversa, el de “a de aver” para el cobro que había sido registrado con la expresión “debe”.[4]

Generalmente no explicamos el origen de las cosas, así tenemos que en contabilidad, nos limitamos a decir que, las cuentas contables se representan con dos columnas en forma de T en las que se van anotando valores que expresan los movimientos de esa cuenta.  La columna de la izquierda se denomina «debe» y la columna de la derecha se denomina «haber«. Se asume que debe y haber son algo así como los nombres propios de cada columna.

Igualmente debemos aprender, sin mucha pregunta[5], que cargar o debitar una cuenta es hacer una anotación en el debe, mientras que abonar o acreditar una cuenta es hacer una anotación en el haber. En las cuentas de activo, cuando este aumenta, se cargan, y cuando disminuye, se abonan. En las cuentas de pasivo y de capital, cuando estos aumentan, se abonan, y cuando disminuyen, se cargan.

El saldo es el resultado de la suma de las cantidades del debe y del haber. Las del debe se consideran positivas, las del haber negativas.  Un saldo negativo indica que el haber es mayor y se dice que es saldo acreedor (Cr). En contrario si el saldo es positivo, el debe supera al haber estaremos en presencia de un saldo deudor (Dr).

Por ello “deudor” es el que debe o está obligado a saldar una deuda y “acreedor” es el que tiene el derecho a pedir el cumplimiento de una obligación.

Deuda es la obligación que alguien tiene que cumplir. Deudo no tiene vela en este entierro, aunque la palabra se usa en los obituarios, y lo que quiere decir es pariente, ascendiente, descendiente o colateral de su familia. Antiguamente se llamaba deudos a los números negativos.

En la China diferenciaban los números enteros escribiendo los negativos en color rojo y los positivos en color negro, costumbre que asumieron algunos tenedores de libros, tanto que aún, cuando hay pérdida, se dice las cuentas están en números rojos.

Para una entidad contable, el total de los saldos de débitos y créditos deben ser iguales, si no se ha producido un error. El balance de comprobación es el informe que muestra la igualdad.

Mi abuela decía: lo prometido es deuda sin embargo nunca le oí decir que deuda era ofensa por ello siempre me ha extrañado lo de las dos versiones del Padre Nuestro de Mateo, Oración del Señor (Mateo 6:9:13). Mateo sabía contabilidad, por ello es nuestro Patrono, sin embargo no sabemos porque nuestras deudas pasaron a ser ofensas. Ese cambio se le atribuimos a doctos teólogos y nunca a hábiles contadores:

Reina-Valera 1909 (protestante)

Padre Nuestro que estás en los Cielos,

santificado sea tu nombre,

venga tu Reino,

hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy,

y perdónanos nuestras deudas

así como nosotros perdonamos a nuestros deudores,

y no nos dejes caer en la tentación,

mas líbranos del mal.

Amén

Biblia de América 1997(católica)

Padre nuestro que estás en el Cielo,

santificado sea tu nombre,

venga a nosotros tu Reino,

hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo,

danos hoy nuestro pan de cada día,

y perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal,

(Doxología final: Tuyo es el Reino el Poder y la Gloria por Siempre Señor)

Amén.

En síntesis contable los protestantes o evangélicos perdonan las deudas, los católicos no llegan a tanto, solo perdonan las ofensas.


[1] Marco Tulio Cicerón (en latín, Marcus Tullius Cicero;a Arpino, 3 de enero de 106 a. C.-Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor, y orador romano.

[2] Orígenes de la contabilidad por partida doble. Semanario Pintoresco español: Lectura de las familias. Enciclopedia popular. Madrid 1851 p.31 en: https://books.google.co.ve/books?id=i_pLAQAAMAAJ

[3] Contratos Litteris eran aquellos que sólo quedaban concluidos mediante inscripciones o asientos labrados en los registros o codex que llevaban los ciudadanos.

[4] Donoso Anez, Rafael. La contabilidad por partida doble en España en el siglo XVI; un estudio comparativa con el método italiano. Técnica Contable Num. 547, julio,1994, p.490

[5] En la educación contable convencional se estimula no ir más allá. Un contador que piense, indague, pregunte puede ser peligroso, por lo demás como el profesor se formó en la misma escuela tampoco tiene respuestas.


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